La gente que más se ríe a veces es la que más sufre.
Paradojas del destino, modo innato de superación personal,
mecanismo de defensa, dicen los que saben, la risa tiene el poder de
generar lactobasillus para
poder desparramar bacterias Gram positivas y seguir adelante. Como el burro sigue a su zanahoria. Buscando nuevas formas de
placer, de nuevas calidades de vida por
las cuales sucumbir.
Dejando atrás.
La risa sana, salva, despierta a tus sentidos y a los de los
otros.
Como droga de la cual aquel que prueba ya no puede dejar.
Mi nonna era la persona más graciosa, alegre, dinámica y
loca que yo haya conocido en toda mi vida.
Había pasado por la peores tragedias que una persona puede
pasar. Todas juntas. Para ella solita.
Napoli , Italia.
Su madre murió cuando Velia (mi nonna), tenía 6 años. Ella la encontró
tirada en el piso de su habitación en un charco de sangre. Acaba de perder a su
bebé.
Velia hablaba poco de sus tragedias. Solo recuerdo algunas
frases acompañadas por imágenes, como la que acabo de describir, así lo contó.
Y con un poco de imaginación puede ser
escalofriante la escena para ser vivida por una niña de 6 años.
Su padre un hombre acomodado económicamente, rápidamente
volvió a casarse. Y armó el combo 2.
Acompañaba el combo una
madrastra como la de Cenicienta.
Ella se encargó de hacerle la vida imposible. Transcurría la Segunda
Guerra Mundial y en Italia los ricos empobrecían y algunos visionarios
afortunados enriquecían.
El bisnonno enriquecía.
Tenía estación de servicio Shell y vendía neumáticos Michelin.
Por esas épocas tener combustible era tener una mina de oro. Bueno, ahora
también.
El tano amarrocaba las liras bajo la tutela de la madrastra que
administraba todos los ingresos a voluntad. Propia, claro
Durante la guerra, la comida se guardaba en un mueble con
llave. Y nadie. Nadie. Mucho menos los niños podían abrir esa alacena a
piacere. (Sé me acaba de ocurrir una
idea para mi alacena!!!).
La comida se servía a la hora en que la madrastra disponía y
se comía lo ídem.
Velia preguntona: -“cosa
si mangia oggi?”
Madrastra mala: -“pasta
e fagioli”
Velia: -“non mi piace”.
Madrastra bruja: -”mangia lo steso”.
Velia niña: -“ma...non
mi piace…”
Madrastra re mala: -“mangia
e basta!!”. Le dice mientras le da un schiaffo.
La nonna Velia, no
siempre comía.
La madrastra guardaba su plato con la comida in situ en la
alacena.
Y cuando la nonna decía “Ho fame”….la bruja le daba el plato con la misma comida que había dejado.
Alrededor de los 17 años se enamoraría perdidamente de un marinero uniformado. No bengalí. Girolamo, era su nombre.
Lo describió como un gran amor, pero sobre todas las cosas siempre decía: -“a
mí me enamoró lo lindo que le quedaba el
uniforme”…
Confesóme no haber llegado virgen al matrimonio, que para
aquellos tiempos era mucho más que un símbolo de rebeldía.
Girolamo usaba un motorino. Un día raudo con su motito, se
estrelló contra unas rejas que atravesaron su estomago. Murió. En el acto.
Pensó que era el peor dolor. Pero no. Había más dolor
reservado para ella.
Los bombardeos eran incesantes y se refugiaban en los túneles,
debajo de las montañas.
Cuando sonaban las sirenas, ricos y pobres corrían por
igual.
Ella corría y al pasar por los castaños arrancaba castañas
que guardaba en sus bolsillos cuidadosamente. Así se aseguraba algo de alimento
por unas horas, y ya dentro del túnel, hacían un fueguito y calentaban las
castañas. Nunca sabían cuanto demoraría el bombardeo, ni si saldrían vivos de allí.
Napoli se destruía y su padre y madrastra decidieron huir a
un pueblo cercano, Lioni.
Allí encontraron algo de paz y estabilidad. Pero duro poco.
Velia conoció a un
excéntrico loco, un artista habilidoso
con sus manos. Hacia cosas de electricidad, esculturas, inventaba cosas
inútiles.
Se enamoró. Otra vez. Tendría 20 años cuando se casó con
Fortunato.
Mi nonno. Ese que nunca conocí.
Fortunato también era buen mozo y artista. Combinación que
lo hacia irresistible y picafloresco.
Tenía otra. Otras…supongo.
Ya tenían una hija, (mi mamá) y Velia estaba embarazada de su segundo hijo. Su mejor
amiga la ayudaba en su casa. Mientras
sus respectivos esposos bebían y jugaban a las cartas en el bar del pueblo.
Nació el varón y todo fue alegría.
No tengo muchos datos de las épocas de felicidad. Siempre me contaron las partes tristes de la
película. Vicio dramático itálico.
Un día, el nonno estaba con los muchachos en el bar jugando
a las cartas con sus amigos. Con “su amigo”, el marido de “la amiga” de mi
nonna.
El nonno Fortunato ganó la partida. Airoso se levantó de la
silla y le dijo: – “te gané otra vez”
(en napolitano, obvio). Se dio vuelta y
fue a la barra a pagar sus tragos.
El amigo desenfundó un cuchillo y fríamente le perforó la
espalda con el siguiente bocadillo: -“es la última vez que me ganás”.
Lo mató. El nonno Fortunato tenía una relación, en términos
puramente sexuales con la esposa de su amigo. Con la amiga de su esposa. Listo.
Muerte: 2 Amor: 0
La tragedia golpeaba a su puerta, otra vez y había que tomar
decisiones.
Llena de dolor, confusión, vergüenza y desdicha huyó a
Napoli con sus pequeños hijos, en busca de refugio.
Volvió a casa de su padre, con la bendita madrastra y allí
vivieron un tiempo.
La madrastra no se había vuelto buena, con el paso del
tiempo, sino todo lo contrario. Seguía en las mismas. Ahora no sólo
atormentaría a su hijastra, tenía otros
dos pequeños niños para maltratar.
Y volvió a sus anchas a
la escena del platito en la alacena, pero ésta vez con mi mamá y mi
pequeño tío Félix.
Velia era
literalmente su sirvienta, la Cenicienta. A cambio de casa y comida, pero en la gran ciudad nadie la señalaba con
el mote de viuda cornuta. Pagaba un precio muy caro por el anonimato.
El bisnonno murió y había que repartir la herencia. Platos y
copas de cristal, con bordes laminados en oro…joyas, muebles, todos objetos
preciados, resultado de una guerra que al bisnonno lo habían favorecido.
La jabru tenía un sobrino. Adivinen quién se quedó con
TODO?...
Y un detalle NO menor, cuándo Velia pare a mi mamá, los encargados y/o disponibles
para ayudarla a parir fueron su padre y su madrastra. Nace mi mamá y en honor a
ella le regalan su inmaculado nombre. Pasqualina. Karma parte 2.
Una parienta, ya exiliada en Argentina, le escribe y la
anima a salir de esa esclavitud autoimpuesta.
Le sugiere, por carta, obvio, casarse con su cuñado, Antonio, el hermano de
Fortunato.
Antonio, avergonzado por el proceder irresponsable de su
hermano muerto, se hace cargo de la situación y lava el buen nombre casándose
por poder con Velia y la “obliga “
a venir a farse l ´América.
Sin nada más que perder, Velia armó valijas, agarró a sus hijos y se embarcó en el Eugenio C, rumbo
a Buenos Aires.
Antonio, su nuevo “amor” la esperaría en el puerto, para conocerla.
Y a sus dos hijos, también.
Quizás el mar y la distancia podrían separarla
definitivamente del dolor. Hacer borrón y cuenta nueva… Pensó…ingenua.
Continuará…