El matrimonio es una estafa.
Una estafa legal y religiosa, consensuada por todos. Desde
Dios que nos da la bendición hasta el
juez que te lee los artículos
198, 199 y 200 del código civil haciéndote creer que son un aval.
El matrimonio es un contrato.
Un negocio que se
inaugura entre dos, entre potus y ficus regalados, con moños grandes y rosas y
tarjetitas con bellos mensajes de prosperidad y fertilidad, como una pyme del
amor en crecimiento.
Pero no.
El matrimonio te da todas esas cosas que tanto anhelaste
encontrar y que a la larga te envuelve en el centro de un tornado para dejar
todos los pedacitos desparramados por ahí. A veces sin posibilidad de
reconstrucción.
El matrimonio es la
creencia estúpida e inerte del amor
seguro, estable y para siempre.
Y la vida no es inerte, no es segura, no es estable y mucho menos estúpida.
El matrimonio es una libreta que no tengo, ni tendré.
Es el vestido que nunca usaré. El algo azul, el
algo nuevo, el algo prestado…
El amor nada tiene que ver con las instituciones. Y me cae
pésimo, cuándo alguien se refiere al matrimonio= amor=institución, como si
fueran sinónimos. Aquellos que en su
afán de defender lo suyo y defenderse, hablan del matrimonio como tal.
“Las instituciones son mecanismos de orden
social y cooperación que procuran normalizar el comportamiento
de un grupo de individuos.”…Que alma enamorada querría normalizar su comportamiento?
Cuando el amor, o mejor dicho, el enamoramiento es justamente lo contrario. Es caos, confusión, taquicardia y abismos.
El matrimonio es la principal causa de divorcios. Y lo dijo Groucho antes de que yo naciera.
El matrimonio arrasa con el amor. Lo seca. Lo aplasta y lo hace invisible.
Y solo algunos pocos afortunados podrán llegar al final de sus días amando a su cónyuge legal.
Solo aquellos que hayan trascendido los avatares del matrimonio, lo conseguirán. Y no es una lucha fácil. Es quizás el desafío más grande y de mayor compromiso.
Exige todo. Minuto a minuto. Como una planilla de rating, que hostiliza cada segundo de tu vida. Marcándote las altas y las bajas. Dónde poner, dónde sacar. Cuánto, cómo, y dónde. A riesgo de tener que levantar el programa. O cambiar al actor principal por otro. Y volver a intentar una nueva fórmula. Parecida. Casi idéntica. Pero ilusionados con la idea de una escoba nueva que va a ser aspiradora de toda la mugre que se había acumulado.
Y así…hasta que la muerte te separe. De quién sea.
Venimos solos. Nos vamos solos…
En el camino elegimos y nos eligen. Nos acompañamos. Nos amamos. Nos odiamos. Nos ignoramos. Nos deshacen el corazón y lo deshacemos.
Como los filamentos cortantes de la lana de vidrio al desarmarse.
Porque así es el amor… Una lana de vidrio.
Que a veces cubre y tapa las filtraciones. Te da un hogar seguro y calentito. Y otras es un ovillo punzante que puede cortarte y dejarte marcas en la piel.
Heridas que son para siempre. Como los recuerdos.
El matrimonio va y viene.
El amor, también.