domingo, 11 de noviembre de 2012

Estafados


El matrimonio es una estafa.
Una estafa legal y religiosa, consensuada por todos. Desde Dios que nos da la bendición hasta el  juez que te lee los artículos  198, 199 y 200 del código civil haciéndote creer  que son un aval.
El matrimonio es un contrato.
 Un negocio que se inaugura entre dos, entre potus y ficus regalados, con moños grandes y rosas y tarjetitas con bellos mensajes de prosperidad y fertilidad, como una pyme del amor en crecimiento.
 Pero no.
El matrimonio te da todas esas cosas que tanto anhelaste encontrar y que a la larga te envuelve en el centro de un tornado para dejar todos los pedacitos desparramados por ahí. A veces sin posibilidad de reconstrucción.
El  matrimonio es la creencia estúpida e inerte del  amor seguro, estable y para siempre.
Y la vida no es inerte, no es segura, no es estable y  mucho menos estúpida.
El matrimonio es una libreta que no tengo, ni tendré.
Es el vestido que nunca usaré. El algo azul,  el  algo nuevo,  el  algo prestado…
El amor nada tiene que ver con las instituciones. Y me cae pésimo, cuándo alguien se refiere al matrimonio= amor=institución, como si fueran sinónimos.  Aquellos que en su afán de defender  lo suyo  y defenderse, hablan del matrimonio como tal.
“Las instituciones son mecanismos de orden social y cooperación que procuran normalizar el comportamiento de un grupo de individuos.”…
Que alma enamorada querría normalizar su comportamiento?
Cuando el amor, o mejor dicho, el enamoramiento  es justamente lo contrario. Es caos, confusión, taquicardia y abismos.
El matrimonio es la principal causa de divorcios. Y lo dijo Groucho antes de que yo naciera.
El matrimonio arrasa con el amor. Lo seca. Lo aplasta y lo hace invisible.
Y solo algunos pocos afortunados podrán llegar al final de sus días amando a su cónyuge legal.
Solo aquellos que hayan trascendido los avatares del matrimonio, lo conseguirán. Y no es una lucha fácil. Es quizás el desafío más grande y de mayor compromiso.
Exige todo. Minuto a minuto. Como una planilla de rating, que hostiliza cada segundo de tu vida. Marcándote las altas y las bajas. Dónde poner, dónde sacar. Cuánto, cómo, y dónde. A riesgo de tener que levantar el programa. O cambiar al actor principal por otro. Y volver a intentar una nueva fórmula. Parecida. Casi idéntica. Pero ilusionados con la idea de una escoba nueva que va a ser aspiradora de toda la mugre que se había acumulado.
Y así…hasta que la muerte te separe. De quién sea.
Venimos solos. Nos vamos solos…
En el camino elegimos y nos eligen. Nos acompañamos. Nos amamos. Nos odiamos. Nos ignoramos. Nos deshacen el corazón y lo deshacemos.
 Como los filamentos cortantes de la lana de vidrio al desarmarse.
Porque así es el amor… Una lana de vidrio.
Que a veces cubre y tapa las filtraciones. Te da un hogar seguro y calentito. Y otras es un ovillo punzante que puede cortarte y dejarte marcas en la piel.
Heridas que son para siempre. Como los recuerdos.
El matrimonio va y viene.
El amor, también.



3 comentarios:

  1. muy buen blog besos carlos

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  2. todo eso es cierto hor jugar a la mama y no es juego antes se jugaba a la mama al tai al paralizdo estop muñecas policia y ladron hora esos juegos los dejaron a un lado ahora el juego ms util y mas utilizado es ls redes sociales pensr en l noviasgo ahora juegan a elegir la ropa adecuada par q el novio les guste sabe mi deseo es viajar a argenyina buscar a todos los de chiquitita

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